miércoles, 20 de enero de 2010

Timeo danaos et dona ferentes

Laocoonte era un troyano (ciudadano de Troya, no un virus que envía correos de viagra) que en su día avisó a su gente de que aquel caballo de madera a las puertas de la ciudad le daba mala espina, que los griegos no regalaban nada así como así. Lo mismo me pasa a mi con el Alcalde de Madrid: paso por Legazpi y veo el caballo empaquetado para regalo y ya tiemblo pensando a dónde querrá llevarlo y cuánto nos va a costar. ¡Que todavía no hemos pagado el paseillo de 20 metros que se ha dado la estatua de Colón en su propia plaza!, ¡un respiro, por favor!

2 comentarios:

  1. A mí lo que más me gusta de los regalos es verlos empaquetados porque antes de abrirlos pueden ser ¡cualquier cosa! Pero en este caso... no hay lugar a la sorpresa. Este alcalde no tiene gracia ni para esto.

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  2. Lo que yo siempre he querido es envolver un regalo que me quede como la foto y que luego sea un secador de pelo.

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