lunes, 12 de octubre de 2009

Tempus fugit

El otro día en casa de padres, perreando con el nescafé nuestro de cada día en una mano, y en la otra la cámara, saqué una foto a la mesa castellana de mi padre que mi memoria situa primero en aquel despacho de la calle Villalar, luego en el de la calle Vizcaya y finalmente de vuelta en Ferrocarril. Creo que también vivió en la calle Fuencarral, en casa de los Arce Bilbao. ¡Lo que ha viajado en los últimos cincuentaytantos años y qué lustre tiene!, debe ser de la raza de mi reloj ASEIKÓN.

La foto de arriba es de 1959, con la misma lámpara, crucifijo, taco de calendario e incluso el mismo número de teléfono, sin el 91 delante, salvo que se llamase desde provincias. ¡Jopé!. esta mesa me está atrapando en la letra del tango que me persigue:

Sentir...
que es un soplo la vida,
que veinte (pon 50) años no es nada,
que febril la mirada,
errante en las sombras,
te busca y te nombra.
Vivir...
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez...

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