Laocoonte era un troyano (ciudadano de Troya, no un virus que envía correos de viagra) que en su día avisó a su gente de que aquel caballo de madera a las puertas de la ciudad le daba mala espina, que los griegos no regalaban nada así como así. Lo mismo me pasa a mi con el Alcalde de Madrid: paso por Legazpi y veo el caballo empaquetado para regalo y ya tiemblo pensando a dónde querrá llevarlo y cuánto nos va a costar. ¡Que todavía no hemos pagado el paseillo de 20 metros que se ha dado la estatua de Colón en su propia plaza!, ¡un respiro, por favor!
miércoles, 20 de enero de 2010
Timeo danaos et dona ferentes
Laocoonte era un troyano (ciudadano de Troya, no un virus que envía correos de viagra) que en su día avisó a su gente de que aquel caballo de madera a las puertas de la ciudad le daba mala espina, que los griegos no regalaban nada así como así. Lo mismo me pasa a mi con el Alcalde de Madrid: paso por Legazpi y veo el caballo empaquetado para regalo y ya tiemblo pensando a dónde querrá llevarlo y cuánto nos va a costar. ¡Que todavía no hemos pagado el paseillo de 20 metros que se ha dado la estatua de Colón en su propia plaza!, ¡un respiro, por favor!
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A mí lo que más me gusta de los regalos es verlos empaquetados porque antes de abrirlos pueden ser ¡cualquier cosa! Pero en este caso... no hay lugar a la sorpresa. Este alcalde no tiene gracia ni para esto.
ResponderEliminarLo que yo siempre he querido es envolver un regalo que me quede como la foto y que luego sea un secador de pelo.
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