Salgo de una tienda de cachivaches de regalo intentando zanjar la última encerrona de estas irreductibles fiestas en forma de amigo invisible entre los amigos que nos vemos a menudo. ¡Fracaso!, salgo con las manos vacías, el siguiente escaparate es de un color intenso y trato de ver si atiende a mis intereses con una rápida mirada global que se pierde en la nada. Intento concentrarme un poco y caigo en la cuenta de que estoy frente a una sexy-monja a cuyos pies se divisa un pecho aislado y un patito amarillo. Pienso en el invisible de marras
...aquí ni entro.
Pues muchos invisibles habrían acertado más entrando aquí...
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