Una grágil y guapísima tunecina esperaba paciente a que picasen los tatuaje-clientes mientras yo, huído de las compras, trataba de archivarla en mi tarjeta Sd, sin que el relámpago del flash me delatara, con lo que sólo conseguí una movídisima imagen que me sirve de
modelo a distancia para ensayar bocetos variando el gesto a capricho.
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